Sobre la intransigencia o cómo pronunciar un nombre…

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Hace unos días en una de las tertulias en las que participo me sorprendió la actitud de uno de los contertulios, quien por otro lado debo admitir, me pareció una persona muy instruida y sabedora de varias lenguas.

Como suele ser habitual en la radio en estos días, se habló de Jordi Pujol, en mi opinión un chorizo como otro cualquiera (aunque a mayor escala…), apoyado por otras tantas personas de valores más que discutibles que ahora dicen que ya conocían sus malas prácticas… Pero no me quiero calentar… que me desvío del tema de este post
El contertulio en cuestión no paraba de decir “Jorge Pujol” pronunciado con nuestra fantástica jota castellana… en un momento dado la conductora del programa le dice que le sorprende su forma de pronunciar este nombre en cuestión y él le dice que como el programa es en castellano pues que él pronuncia en castellano, al igual que no nos obligaba a pronunciar su nombre en francés.

Me dejó de piedra…, si a él no le importaba que le llamaran por su nombre en español perfecto, pero hay personas que sí quieren que les llamen como se llaman, y les molesta e incluso entristece si les cambias el nombre, porque el nombre es nuestra máxima seña de identidad. Entiendo que fonéticamente podemos tener problemas pronunciando nombres que no son en nuestra lengua, pero considero que siempre debemos esforzarnos para llamar al de enfrente por su nombre, como él quiere que le llamen…, no creo que hagamos mayor ridículo que cambiando el nombre a alguien y especialmente cuando ese alguien no quiere que se lo cambien, pero además si se hace adrede ya no creo que se haga el ridículo, simplemente creo que se cae en la intransigencia.

Cuando estuve viviendo en Alemania, mi nombre les resultaba tremendamente difícil de pronunciar, la mayoría de los compañeros hacían un esfuerzo increíble (con unos pobres resultados, debo admitirlo) y yo se lo agradecía con toda mi alma, pues me hacían sentir más en casa.
Sin embargo me topé con un individuo, que aún hoy, 25 años después, no sé si llamarle vago o intransigente, porque como le costaba mucho pronunciar mi nombre decidió llamarme Frau A (A de Allegue, mi apellido). Yo le dejé hacer, pero pensé “gracias a Dios que no tengo que negociar nada con este hombre…” y es que cada vez que me llamaba Frau A, sabía que sería dificilísimo llegar a un acuerdo porque no estaba abierto a ninguna concesión.

La misma reflexión hice sobre el comportamiento de este tertuliano que por cierto se dedica a la política… Sacad vuestras propias conclusiones…

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