La voz discordante

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En las últimas semanas el caso Cifuentes está trayendo de cabeza a bastantes personas.

Empezando por la propia Cifuentes, siguiendo por el rector de la Universidad y luego los equipos de cada uno de estos, para continuar con otros políticos que ya se están revisando el curriculum con lupa a ver si han puesto algo que no procede.

Por mi parte, con todo lo que tenemos encima en el país, el que la Cifuentes ponga un máster más o menos, sinceramente no me quita el sueño (ya me he acostumbrado a que miles de españoles mientan en su CV muy especialmente con su nivel «avanzado» de inglés) , pero sí me preocupa el trasfondo de la noticia. Y me surgen tres preguntas: ¿Tiene algún valor la ética hoy en día?, ¿conocemos aún su significado?, y ¿somos lo suficientemente valientes para ser la voz discordante cuando tenemos presiones para tener comportamientos poco éticos?

El caso Cifuentes pone de manifiesto la relevancia que aún en este país damos a «la titulitis» frente al conocimiento real. Si no diéramos tanta importancia a los títulos, no se habría formado todo este sarao.

No hay comida familiar en la que no salga el chascarrillo Cifuentes, si encima en tu familia hay muchos funcionarios, el escarnio es aún mayor. Porque los funcionarios que aún son firmes convencidos de lo público, están pero que muy dolidos con los políticos que no paran de congelarles el sueldo para seguir consiguiendo ellos contraprestaciones para sí mismos. Están hartos de los cargos políticos a dedo que no tienen pajolera idea de su función.

A mí no me preocupa la Cifuentes y que ni ella ni su partido hayan sabido gestionar esta crisis, tampoco me preocupa el rector de la URJC que ha estado muy mal asesorado. A mí lo que me preocupa es la falta de valores que cada día es más evidente en nuestra sociedad y llega a todas las esferas. Me preocupa que nuestros jóvenes nunca se han preguntado cuáles son sus valores personales cuando considero que es un ejercicio que toda persona debería hacer y revisar periódicamente.

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Estoy segura que alguien pensó en algún momento que ese master de la Cifuentes no era justo (por no decir que no era cierto, eso aún tiene que demostrarse). Si el resto de estudiantes tiene que acudir a clase, por qué la Cifuentes podía conseguirlo sin ir a clase o sin TFM (algo muy habitual en las universidades por cierto)? Y me pregunto si ese alguien, se atrevió a expresar sus dudas en alto. ¿Cuáles habrían sido las consecuencias de ser la voz discordante? Eso es lo que me preocupa, el que cada vez cuesta más decir lo que no consideramos correcto sin salir mal parado.

Me preocupa la endogamia de la universidad pública, que vivo a diario en mis carnes cursando mi doctorado pero que sin embargo la mayoría de profesores me niegan cuando las cifras dicen todo lo contrario como denuncia hoy El Mundo.

Endogamia universidad

Los políticos se cuelgan masters que les faciliten luego poder dar clases en la universidad. Las revistas científicas te obligan a citar artículos publicados en sus revistas…

Me preocupa que ya no sabes qué creer con la cantidad de noticias falsas que circulan. Me preocupa cuando se otorgan premios donde para recibirlos hay que pagar dinero, bien comprando publicidad en las revistas que promueven los premios o pagando para poder entrar en la gala de los premios. Y me preocupa que se sabe y no se hace nada para evitarlo.

Me preocupa que se otorguen premios a clientes como pago de sus servicios, o a conocidos que nos pueden facilitar cosas. Las presiones que se reciben son enormes y no siempre es fácil identificarlas como afirmaba el rector de la URJC en su entrevista a EFE. Aunque yo siempre he visto voces discordantes que identifican esas presiones, pero a las que no se quiere escuchar. No son voces cómodas.

Y sobre todo me preocupa que la voz discordante se vea como una voz enemiga en lugar de preguntarnos por qué piensa diferente y agradecer su valentía.

Si en los consejos de administración, en los comités de dirección, se habla de las bondades de libertad de pensamiento para enriquecer al grupo y maximizar valor al accionista, las voces discordantes deberían ser muy bien apreciadas. Por desgracia no es esa mi experiencia, como no pienses como los demás, tendrás problemas. Así no es de extrañar que al final la mayoría desista a hablar claro y denunciar las malas praxis que pueda encontrar por su camino. ¿Es esto lo que queremos?

 

 

 

 

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